El legado de un oficio milenario en Guaranda
Frente al Parque Central y junto a la Catedral de Guaranda, se encuentra un rincón lleno de historias, risas y la esencia de un oficio que resiste el paso del tiempo, el de los betuneros.
Entre ellos, destaca Segundo Alcides Saltos Zúñiga, de 75 años, quien ha dedicado más de dos décadas a este trabajo que considera su refugio y su pasión.
Tras haber sido jornalero en su juventud, una enfermedad lo obligó a buscar una nueva manera de ganarse la vida. Así, hace 22 años, encontró en el oficio de betunero una opción que no solo le permitió subsistir, sino también conectar con la comunidad. Desde entonces, de lunes a sábado, Segundo ocupa su lugar desde la mañana hasta las cinco de la tarde, siempre que el clima lo permita.
La pandemia representó un desafío para este oficio. Segundo relata cómo el uso de zapatillas en lugar de zapatos de cuero y charol ha disminuido la afluencia de clientes. Sin embargo, el optimismo y la camaradería han sido su fortaleza. “Para todos hay y alcanza para subsistir”, comenta mientras comparte risas con sus colegas, quienes en su mayoría también son adultos mayores.
Para Segundo, el betún no es solo una forma de ingresos; es un puente hacia amistades genuinas y momentos de convivencia que enriquecen su día a día. “La amistad es lo principal, cualquier cosita se comparte”, afirma con una sonrisa.
Con sus manos firmes y su corazón generoso, Segundo asegura que seguirá trabajando mientras la vida se lo permita. “Aquí vivo feliz con mis compañeros y con quien viene por una lustrada. A pesar de las dificultades, siempre hay que seguir adelante”, concluyó.
Así, el pequeño quiosco donde trabaja Segundo no solo es un espacio de servicio, sino también un punto de tradición, esfuerzo y pertenecía que enriquece el alma de Guaranda y llena de orgullo a todos quienes se dedican a este noble oficio.
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